Mini Relato Al final

Habían pasado cuatro días de su llegada. La celda era cómoda, pero el ambiente era sepulcral. A la mañana muy temprano se hacían oraciones, todos juntos y en silencio. Al llegar al comedor, la foto de un niño con el índice atravesando su boca parecía acusarle.
En pocas palabras, el monje rector le había pedido discreción, prudencia, tanto en el hacer como en el decir.
Ella no había protestado, pero tanto reposo le producía una cierta afonía. Iba perdiendo el sosiego del primero y segundo día, temía que la calma la enmudeciera.
Lo decidió, a la mañana siguiente abanderaría el claustro, pero antes de marcharse le explicaría al director los motivos que le llevaban a alejarse.
Sigilosamente, a las seis, mientras sonaban las primeras campanadas dejo el lecho caliente, se vistió en la mayor reserva, acomodo la habitación y su ropa. Lo espero en la puerta de la capilla antes del rezo matutino. Lo miro a los ojos, abrió la boca pero no le salieron sonidos. Sintió un cierto sonrojo, volvió a intentarlo, un ronquido inasible la llevo a cerrarla avergonzada.
El, en silencio, cruzo sus cortas manos sobre el pecho, introduciéndoselas en las magas de su larga bata blanca, sonrió en su sanidad y prudencia, y se alejo.
Dos lagrimones callados, sin protestas, rodaron por el rostro de ella.


1 comentario:

obidantenobi dijo...

me ha gustado mucho.
gracias por compartirlo

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